
Esta es la historia que ha llegado a mis oídos sobre el guardián de las nubes. Le tengo que dar las gracias a Mushu, por descubrirme este monstruo tan genial de nombre Nubarrón. Me ha contado que en Linen, es un personaje muy querido e imprescindible por su gran labor. Al parecer, es de lo más interesante. Es incapaz de dejar de inventar cachivaches capaces de atrapar las más increíbles esencias de las nubes que recorren el cielo.
¡Sí, sí! como lo oís. Se dedica a “cazar nubes”. Es un gran experto en ciencia “nubil“.
Nubarrón, es el encargado de crear la mayor de las bibliotecas de olores y sabores de nube. Una tarea ardua, divertida y muy necesaria. Guarda muestras en botes especiales para que los aromas no corrompan y apunta todo tipo de datos extraños en libros, como la esponjosidad, la pegajosidad...
Mushu ha leído alguno de esos libros y me ha contado cosas super interesantes, como que algunas nubes desaparecen para siempre. Es como si se hubieran caído del cielo o se las hubiera tragado un huracán ¡Se esfuman!. Sin embargo otras, son antiguas como el mundo y según pasa el tiempo, son capaces de cambiar de sabor y de olor. Son como nosotros, que con el paso del tiempo aprendemos y cambiamos. Aunque Mushu, también me ha dicho que hay alguna que otra dura como la piedra, que por más años que pasen no cambia. Eso sí, al parecer esta tipología de nube dura, cada vez huele peor…
Nubarrón, el monstruo que anda mirando todo el tiempo al cielo. De esta forma si ve algo interesante saca su atrapanubes. Una vez realizada esta complicada tarea, consigue hacerlas pasar por unos estrechos tubos, desde los que recoge las muestras. Claro que alguna pesada nube se le ha llegado a atascar, y entonces tiene que hacer uso de su “desatascanubes”, un buen empujón y ¡volia! vuelve a circular. Eso sí, luego las suelta para que libremente naveguen por el cielo. Jamás las retendría. Es un gran observador de ellas y disfruta enormemente adivinando formas y olores de toda nube que pasa por encima de su cabezota.
Su laboratorio está repleto de aparatos extraños. Ha inventado uno que consigue que al pasar las nubes por él, se compongan las más maravillosas melodías o incluso los truenos más escandalosos. Aunque de vez en cuando, en su laboratorio, también se escuchan sonidos indiscretos, muy sospechosos y de dudosa procedencia...

Ahora, está trabajando en una máquina que es capaz de fabricar nubes. Le dicen que eso es imposible, pero Nubarrón siempre dice que si intentas con ahínco aquello que quieres lograr, todo puede suceder.
En general, el olor de las nubes es bastante fresco. Debe ser por la altura a la que viajan. Aunque alguna huele a las mil maravillas, otras huelen a huevo fétido, pero entre estos dos extremos, existen millones de matices. Como a olor a hierba salvaje, a raíz de regaliz con tierra húmeda, a agua verde estancada, a miedo atroz con cuerno quemado... y así hasta el infinito.... Por supuesto que tiene su favorita. Según le contó a Mushu, se trataba de una nube esponjosamente dulce, con olor a lluvia fresca del desierto.
Su nariz acostumbrada a olerlas, es capaz de predecir si vienen tormentosas, traviesas, chisposas o pasotas. En cuanto lo sabe, lo transmite a las diferentes zonas de Linen para que se preparen. Al parecer, hace poco, una nube traviesa hizo grandes estragos en la zona norte y eso que estaban advertidos. Todavía siguen mirando al cielo asustados...
Otro de los aspectos importantes, son las diferentes rayas que decoran las nubes. Es un gran misterio. Pero eso ya lo trataremos más adelante, que da para tomos enteros de libros tremendamente gordos.
Por cierto, Nubarrón anda diciendo, que si cada día te paras, miras al cielo y eres capaz de encontrar cinco formas diferentes en las nubes mientras respiras profundamente, se es mucho más feliz. Yo le voy a hacer caso. Cada día miro hacia arriba para vigilar que esconden las nubes. El otro día sin ir más lejos, ¡vi un caracol con alas!